Es la distribución de las temperaturas, y sobre todo en su contraste, tiene mucho que ver la distribución de las masas de agua y las tierras. La diferencia de calor específico permite que en las regiones cercanas a grandes masas de agua las temperaturas sean más constantes. El agua absorbe y desprende calor más despacio que la tierra, por lo que puede calentar o enfriar el ambiente, como puede verse en el artículo sobre la diatermancia. Además, en las regiones cercanas a masas de agua oceánicas las temperaturas pueden estar modificadas por la existencia de corrientes marinas, bien cálidas, bien frías. Su influencia es decisiva. Es a la ausencia de este mecanismo a lo que se llama continentalidad.
La continentalidad es uno de los factores fundamentales que definen el clima ya que la lejanía de las grandes masas de agua dificulta que llegue aire húmedo hasta estas regiones. En estas regiones se observa un aumento de la amplitud térmica y descenso de las precipitaciones debido a la lejanía de las masas de agua que suministran la humedad necesaria para las lluvias, además del hecho de que las zonas del interior de los continentes son zonas de alta presión o anticiclones donde el aire más pesado tiende a bajar, especialmente durante la noche, manteniendo el aire subsidente, bastante frío aunque muy seco, como puede verse en las regiones desérticas del interior de los continentes, que tienen una enorme amplitud térmica entre el día y la noche: En un mismo día se puede pasar desde el punto de congelación hasta los 40° C o más. Con la subsidencia de aire frío se dificulta el efecto invernadero.
Es el efecto climático que produce la lejanía de una región respecto de un gran cuerpo de agua. La lejanía a un océano disminuye la humedad y por consiguiente las precipitaciones, generando una mayor amplitud térmica (diferencia entre la temperatura máxima y la mínima que se registra diariamente
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